Teletrabajo, ¿Y ahora qué?

La crisis sanitaria mundial originada por la COVID-19, junto con la necesidad de confinamiento obligatorio a la que nos hemos visto sometidos, han acelerado el cambio del modelo laboral clásico, que ha incorporado el teletrabajo en un tiempo récord. Este se ha coinvertido en uno de los protagonistas más importantes de la transición hacia la nueva normalidad.

El Coronavirus ha impuesto por la fuerza la modalidad del teletrabajo en todos aquellos empleos no presenciales. Lo que en un principio parecía una mera anécdota con limitación temporal estimada, se ha acabado quedando en muchas empresas de nuestro país. Esta situación generó incluso que el pasado 22 de septiembre se aprobara por el Consejo de ministros el Real Decreto ley de trabajo a distancia, cuya misión principal consiste en regular la aplicación de las relaciones laborales que se desarrollen a distancia con carácter regular, entendiendo como tales las que se presten en un periodo de referencia de 3 meses, un mínimo de 30 % de la jornada, o el porcentaje proporcional equivalente en función de la duración del contrato de trabajo.

Todos estos cambios han abierto un periodo de reflexión en las empresas. La adopción del teletrabajo supone una transformación organizacional de fondo, tanto en sus formas de hacer como de evaluar. Las organizaciones necesitan un cambio de mentalidad, tanto entre los líderes, como en toda la plantilla, hacia una cultura colaborativa, basada en la confianza, la orientación a resultados y el uso de la tecnología.

El actual paradigma económico en el que vivimos nos está aterrizando sobre la realidad. El teletrabajo ha venido para quedarse. Diversos estudios han logrado comprobar empíricamente la relación del teletrabajo con la eficiencia y la productividad, y el ahorro promedio en bienes inmuebles con esta modalidad de trabajo a tiempo completo sería de unos 9.170 euros por empleado que está en su casa en vez de en la oficina.

Teletrabajo y sostenibilidad

Por otro lado, pero no menos importante, Las mecánicas de trabajo presencial y con jornadas de ocho horas, cinco días a la semana, imponen además dinámicas de vida y rutinas que implican vivir en áreas metropolitanas, o cerca de las mismas, y recorrer distancias muy amplias cada día en diferentes medios de transporte, con la consecuente incidencia sobre el medioambiente de estos patrones de conducta en miles de millones de personas en todo el mundo. Un estudio realizado en Estados Unidos ha llegado a demostrar, que como consecuencia de los atascos la economía estadounidense pierde un total de 71.550 millones de euros. Además, los embotellamientos de tráfico producen 26 millones de toneladas adicionales de gases de efecto invernadero en el país.

Ante esta situación, lanzamos la siguiente reflexión, ¿puede convertirse el teletrabajo en el compromiso más firme con la sostenibilidad por parte de las empresas?

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