Hace ya más de dos años de la publicación de esta norma dedicada a la Responsabilidad Social y no termina de arrancar.
Cuando se empezó a hablar de ella se crearon expectativas elevadas (parecía que una ISO era lo que necesitaba la RSC para extenderse, igual que lo hicieron en su momento los sistemas de calidad, con la ISO 9000, o los de medio ambiente, con la 14000) y sin embargo ha pasado ya el tiempo y no termina de cuajar.
En su defensa diremos que ha aportado mucho a la definición de «responsabilidad social» y a la forma en que esta puede gestionarse. Incluye desde una perspectiva histórica del tema a una clara definición de los principios que deben soportarla, pasando por una descripción detallada de las materias que la componen… pero no pasa de ahí. Se trata de una guía, como su propio nombre indica «ISO 26000:2010 Guía de Responsabilidad Social», y no estamos acostumbrados a trabajar con ISO que no sean normas a implantar, y menos cuando tratan temas tan difusos como la responsabilidad social.
Es una guía compleja (propongo una lectura rápida, por ejemplo, de la definición de «debida diligencia» o «grupo vulnerable»), ardua y quizá excesivamente amplia (118 páginas en su versión en castellano), que entra al detalle de todos y cada uno de los conceptos que trata. Esto ha llevado a que solo un selecto grupo de empresas (grandes empresas, multinacionales la mayoría) se hayan puesto realmente manos a la obra en trasladar toda esa teoría a la realidad de la organización, en integrarla en sus planes de responsabilidad social y sus sistemas de gestión.
Para colmo de males no es una norma certificable. Y ya sabemos que a todos nos gusta obtener un reconocimiento público a nuestro esfuerzo, y una certificación por tercera parte ayuda mucho a ese reconocimiento, y también a ser constantes y exigentes con nosotros mismos y no perder el impulso inicial.
Dejo una pregunta para el final, ¿es la norma SR10 la solución al problema?