Mentir es muy sencillo. Y hay muchos motivos para hacerlo: no aceptar el fracaso, alcanzar méritos y glorias no conseguidos, evitar responsabilidades, eliminar competidores, evitar enfrentamientos, cumplir con lealtades malentendidas, evitar males mayores… Es muy sencillo mentir, incluso los niños lo hacen.
Y que te acepten una mentira es muy sencillo, especialmente si tienes una superioridad jerárquica, si existe una dependencia económica, familiar o psicológica o si el interlocutor se ve también beneficiado por la mentira. También si está presente la indiferencia o la cobardía o el miedo a conocer la verdad.
Muchos de mis alumnos se sorprenden cuando descubren lo sencillo que es ocultar la realidad en los documentos contables de una empresa (cuenta de resultados, balance de situación). La contabilidad no miente, miente quien lleva la contabilidad: los ingresos y gastos, los cobros y los pagos son simples apuntes entre miles de operaciones que se realizan en el periodo económico.
Si el resultado final de la contabilidad no es el adecuado o si se han realizado operaciones no aceptables, entra dentro de lo posible la mentira.
Las empresas cuentan con departamentos de contabilidad y de administración con los que controlar la gestión relacionada con la tesorería y los beneficios, cuentan (algunas, las de mayor tamaño) con departamentos de control interno y, posteriormente, sus cuentas son presentadas para su aprobación en junta general de accionistas. Incluso existe la obligación, en concretas circunstancias, de que una empresa externa audite y dé su conformidad.
Parece claro que se traza una red de controles para evitar la mentira en la empresa, pero en ocasiones, la mentira salva esos controles (tanto por habilidad de quien miente como por ineficacia de los controladores) y tiene impactos en la propia empresa, en el sector y en la sociedad, pues desvirtúa los efectos de la realidad.
Si bien creo inútil pedir a los mentirosos que no mientan, sí que es recomendable exigir que al menos no nos dejemos engañar y que actuemos con responsabilidad cuando los controles detecten mentiras, falsedades o inexactitudes. Si no lo hacemos, por la razón que sea, seremos en cierto modo, responsables de los efectos de la mentira.
¿Somos responsables ante la mentira ajena? ¿Somos responsables de sus efectos?
«Si el necio, aplaude, malo; si el sabio calla, peor» Baltasar Gracián.