En los últimos años hemos podido ver un cambio de tendencia en el mercado. Comienza a existir una cierta preocupación en la sociedad sobre «el mundo que dejaremos a nuestros hijos», siendo el factor ambiental uno de los más importantes. Vista esta tendencia, muchas empresas han decidido poner en marcha actuaciones concretas que les permitan mostrar a los consumidores su compromiso con el medio ambiente. Y una alternativa frecuente para ello es la etiqueta ecológica o ecoetiqueta.
Una etiqueta ecológica o ecoetiqueta es un instrumento voluntario de gestión ambiental que permite dar a conocer el compromiso con la reducción del impacto ambiental de un determinado producto, en relación con otros productos similares o utilizados para el mismo fin, cumpliendo unos requisitos definidos. Sirve como elemento de comunicación entre la empresa que comercializa el producto y el consumidor interesado por la información ambiental.
La aparición de la etiqueta ecológica trajo consigo una proliferación de todo tipo de etiquetas, debido a que algunas empresas vieron la posibilidad de sacar ventaja respecto a sus competidores haciendo declaraciones en sus productos con información muy confusa. Todos los productos eran adornados con expresiones como «eco», «natural», «no contaminante»… y un largo etcétera. Los consumidores se veían atraídos por ellas, pero al no existir un estándar o normativa, no podían estar seguros de la veracidad de esta información.
No fue hasta el año 1992 cuando la Unión Europea desarrolló el sistema voluntario de la etiqueta ecológica, de acuerdo al Reglamento CEE 880/1992, de 23 de marzo y que actualmente se encuentra derogado. Inicialmente destinada a productos, tras varias modificaciones hoy en día también se dirige a servicios y se regula a través del Reglamento 66/2010, de 25 de noviembre de 2009, y su símbolo indicativo es una margarita verde y azul. La etiqueta ecológica europea es válida en todos los países miembros, además de Noruega, Islandia, Suiza y Liechtenstein.
En España se ha aprobado el Real Decreto 234/2013, de 5 de abril, por el que se establecen normas para la aplicación del Reglamento (CE) nº 66/2010 del Parlamento Europeo y del Consejo, de 25 de noviembre de 2009, relativo a la etiqueta ecológica de la Unión Europea, transfiriéndose esta regulación a la gestión de la etiqueta ecológica a las Comunidades Autónomas.
Actualmente existen tres tipos oficiales de etiquetas ecológicas: todas ellas ofrecen garantías de que el producto ha sido evaluado y controlado y cumple los requisitos ambientales exigidos.
• Tipo I
Son las conocidas como «ecoetiquetas», aquellas que se rigen por la norma ISO 14024 y otorgadas por una tercera parte independiente que ejerce como entidad certificadora. Se basa en consideraciones de ciclo de vida y otorga elevada credibilidad. Algunas de las etiquetas ecológicas tipo I más importantes son la Etiqueta Ecológica de la Unión Europea o el “Ángel Azul» de Alemania.
angel azul | Erre Ese
• Tipo II
Son realizadas por el propio fabricante en forma de textos, símbolos o gráficos y exigen la responsabilidad de cumplimiento del contenido de la información. Este tipo de etiqueta ecológica no es susceptible de una certificación de una tercera parte independiente. Los requerimientos específicos de uso se regulan por la norma ISO 14021. Un ejemplo de este tipo de etiquetado es el contenido de reciclado.
Símbolo reciclar | Erre Ese
• Tipo III
Se trata de una declaración que proporciona datos medioambientales cuantificados de un producto con unas categorías de parámetros prefijadas, basados en la serie de normas ISO 14040, referentes a análisis de ciclo de vida. Los requerimientos específicos de este tipo de etiquetas se recogen en la norma ISO 14025. En España encontramos la Certificación DAPc, orientada al sector de la construcción.
Si estás interesado en obtener una etiqueta ecológica, no dudes en consultarnos.

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